ENCIERROS INFANTILES CHOKOFLAU
Los encierros infantiles son una fantástica experiencia para los niños, y no tan niños, que
participan en ellos pero a la vez también lo son para los que nos encargamos de realizarlos.
Nuestra andadura comenzó hace ya más de seis años y continuamos trabajando cada día con
más ilusión, por otro lado, difícil de perderla cuando depende de la sonrisa o de la carcajada de
un niño.
Todo comienza entre bastidores cuando, mientras terminamos de prepararnos, se empieza a
oír la algarabía provocada por los jóvenes exaltados que no pueden esperar más para correr y
no parar. Esos momentos hacen que salgamos con fuerza para cumplir con esos chavales. La
música ya suena y es el momento de salir, se abren las puertas y todos a correr. Las caras de
susto, sorpresa o simplemente alegría se repiten entre las caras de los más jóvenes, pero
también en las de más veteranos.
Las primeras carreras son las más fulgurantes y más de un toro acaba con la lengua fuera, no
hay quien canse a esta juventud. Después comenzamos a mirar a nuestro alrededor y
contagiarnos del ambiente festivo que empapa cada pueblo. La gente a nuestro alrededor
baila, canta y ríe a ritmo de nuestra charanga. Canciones populares y las favoritas de los más
pequeños son la banda sonora de estos encierros.
A medida que avanza nuestra actuación no podemos separarnos del sentimiento
contradictorio entre la satisfacción del trabajo bien hecho y la pena porque todo llega a su
final. Ya hemos reído con cada niño, cada padre, cada abuelo y, como no, con ese torero con
capote casero que siempre sale a escena deleitándonos con sus pases, y más aún con sus
revolcones. Toca cerrar el show entre las peticiones de los niños para que continuemos “un
ratito más”.
Nos llevamos un trocito de sonrisa, de alegría, de buen rollo de cada persona del pueblo,
esperando con ansia la vuelta al siguiente año. Sin la música, los canticos, las bromas, en
definitiva, sin las ganas de pasarlo bien nuestro trabajo no tendría sentido.
Por Diego Esteban